Los filósofos españoles han concebido los sistemas más variados y más atrevidos acerca de la naturaleza de los animales. Gómez Pereira los convirtió en máquinas un siglo antes que Descartes; Antonio de Fuentelapeña y Benito Jerónimo Feijoo les concedieron racionalidad, aunque en inferior grado respecto a los seres humanos. Incluso en el siglo XIX, cuando parecía que las discusiones sobre de la naturaleza animal habían cesado, Jaime Balmes sugirió que el alma de los animales era inmortal. El panorama de las relaciones entre hombres y animales en la historia peninsular, lejos de reducirse al tradicional maltrato que suelen esgrimir los defensores de los animales, ha sido mucho más complejo de lo que se suponía. Curiosas disertaciones filosóficas las que presentamos aquí, cuyo mérito principal reside en haber sido escritas sin que aún se hubiera constituido la Biología como ciencia, si tomamos como hito principal la publicación de El origen de las especies de Darwin en 1859, así como otras obras del mismo autor como La expresión de las emociones en los animales y el hombre en 1871, precedente del estudio comparado de la conducta animal y humana, conocida hoy como Etología.