El siglo XXI presenta un tipo de alumno que percibe desde el útero, a través de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, conocimiento durante gran parte de su vida. No es tarea fácil mantenerlo motivado en el recinto académico y el peligro que representa la apatía revolotea con fuerza entorno a ellos. En consecuencia, los profesores tienen cada día de clases el reto de enseñar a jóvenes que piden más que una clase magistral, pero surge la incógnita inevitable ¿Cómo lograrlo? La solución a esta disyuntiva -tal vez la única- es librarse de las ataduras que representan las viejas prácticas heredadas de otros docentes y abrir de par en par sus puertas cognitivas a las posibilidades que permite la creatividad. A partir de ella, los facilitadores de saberes pueden diseñar un arsenal de utensilios estratégicos cargados de dinamismo que los ayudaran a cumplir con la planificación sin temer al peligro del fracaso. Como aditivo, un último consejo: jamás deben olvidar que son inspiradores de seres con alma que merecen aprender y ser evaluados desde el amor.